Cinesa,
7.00 p.m.
Su
estómago ruge, tenía hambre. Aún se debatía en su interior el porqué había
aceptado aquella ridícula apuesta. Ahora se encontraba allí, en la entrada del
cine.
Con
él.
Raúl
había dicho que se llamaba. Una tenue brisa hace que sus cabellos ocres bailen.
Se acerca a ella.
-
¡Buenas! Menos mal que has sido puntual. – la elogia con una sonrisa
inmaculada.
-
Suelo tardar más, pero he salido antes porque íbamos al cine. –le comenta un
tanto borde Aly, a la vez que se da la vuelta hacia el cine. El joven la toma
del brazo y hace que se de la vuelta. Le mira a sus ojos cenicientos.
-
Aún no me has dicho como te llamas, señorita desconocida. – Aleesha se queda
embobada, respondiendo de forma
automática a la pregunta. – Encantado Aleesha, tienes un nombre precioso.
-
Gracias. – Responde con una sonrisa tímida. Raúl se sonroja.
-
Bueno, ¡vamos a ver la peli! – repone rápidamente, para que ella no advierta su
rostro enrojecido. – ¡Qué tenemos que
comprarlo todo aún!
-
¡Vale! – responde Aly sonriente, le caía bien aquel chaval, era majo y
simpático. Además tenía una sonrisa Colgate.
Caminan
lentamente hacia la caja, debido a la inmensa cola. Aleesha observa todo a su
alrededor. O al menos eso aparenta. En realidad está metida en sí misma,
pensando en quién sabe qué.
El
silencio entre los dos jóvenes es largo y tedioso. Sólo lo rompe el barullo de
la gente. Aunque a ellos les parezca que están solos.
Raúl
está cansado de ese silencio incómodo. Debía preguntarle o decirle algo lo que
fuese, aunque sea una chorrada. Pero ¿Y si se reía de él? No sabía cómo era la
forma de pensar de aquella chica, ni sabía cómo era en realidad. ¿Y si era una
mala persona?
Cogiendo
aire decide que le va a preguntar algo, lo que sea. Pero se oye la canción de
“Fucking perfect” de Pink. La chica descuelga.
-
Hola, Saray. Ahora estoy ocupada. Sí, si. –Tras una pausa larga, entre cierra
los ojos. – Sí, claro. Venga, cielo, luego te llamo. Adiós.
-
¿Una amiga? – le pregunta Raúl. Ella asiente.
-
Sí, somos amigas desde pequeñas. Es como una niña pequeña. – responde con una
sonrisa. – Me llamaba para quedar, pero alguien me llamo antes para quedar.
- Ese supongo que he sido yo, ¿no? – responde
con una sonrisa sarcástica.
-Sí.-
dice con una sonrisa sincera. A Raúl le dio un vuelco el corazón. Que guapa
era, cada vez que la veía sonreír le entraban unas ganas casi irrefrenables de
abrazarla. - ¡Ey, parece que ya nos toca!
-
Es verdad.– una vez compradas las entradas se dirigen al puesto de palomitas.
Allí, el joven paga. Menú combo para dos, en cristiano, un barril de palomitas,
una Coca-Cola y una Fanta.
Miran
el reloj llegan tarde a la película. Comienzan a caminar rápido hacia la
entrada a la sala. Se sientan con los anuncios en pantalla. Encuentran sus
asientos en la oscuridad y apagan sus móviles tras usarlos para iluminar los
números de las butacas.
La
película elegida era una comedia romántica. Comenzaron el ataque de las
palomitas una vez se inició la película, la chica tenía hambre, ya que casi no
había tenido tiempo de comer nada.
En
uno de esos ataques sus manos se rozan, ambos se excusan a la vez y se quedan
mirándose en un silencio incómodo. Bañados por la luz de la pantalla, no ciernen
a distinguir el sonrojo de ambos.
Las
risas de sus compañeros de sala los devuelve a la realidad. Azorados buscan la
pantalla. La película se sucede con miradas de reojo y pequeños roces en
el barril de palomitas. Poco a poco se
fueron acostumbrando el uno al otro. Pasaron de estar incómodos a dejarse
llevar.
Al
poco tiempo ya estaban riendo. Cuando salieron del cine se contaban anécdotas
del pasado.
-¡Menudas
cosas te han pasado! – le comenta el chico.
-Y
a ti tambi… - un empujón hace que la chica caiga en sus brazos. Se quedan
mirándose, demasiado cerca. – G-gracias…
Murmura
la muchacha, sus rostros están demasiado cerca. El chico le da un beso en la
frente, Aly se sonroja y se separa un poco nerviosa.
-Era
solo un beso en la frente, mujer. – se excusa mientras camina hacia la entrada.
-¡Me
da igual! ¡No te aproveches de la situación! – está molesta y a la vez siente
otra cosa en su interior sin importancia.
-Eso
dependerá de la situación. – le susurra en el oído.
Aquello
era el colmo, sale por la salida de atrás del cine y se dirige a un parque
cercano. La noche cubría parcialmente el cielo con su manto. Aly camina
decidida por el parque a oscuras, para atajar y llegar antes a la boca de metro
que la devolvería a su hogar.
Una
mano la aleja de su objetivo.
Detrás
de la mano hay una persona, desconocida para Aleesha, un muchacho de unos
veintitantos años.
Aly
asustada forcejea tratando de liberar su brazo.
-¡Suéltame!
– medio grita, en parte por el miedo y en parte por el enfado.
-Venga,
preciosa, quédate un ratito conmigo. Lo vas a disfrutar. – la trata de relajar,
pero ella no quiere, no debe relajarse. Trataba de buscar una posibilidad de
huir.
Pero
él tenía demasiada fuerza. Y ella… estaba sola.
¿Por
qué?
Mientras
esa pregunta se repite en su cabeza, cierra los ojos.
-Suéltame…
- le ruega, tiraba de su brazo, pero su grillete era demasiado grueso.
-Venga,
si se que te gusta, se que lo quieres.
-No
quiero…- dice la muchacha mientras cesa en su empeño, no tenía la fuerza
suficiente, se comporta como un obstáculo sin fuerzas.
Una
lágrima recorre su mejilla. Si pudiera le hubiera pedido perdón. Debía pedirle
perdón. No pensaba rendirse así. Volvió a tirar y continuar su empeño de
liberar su brazo.
-¡Que
no quiero!- grita. El agresor la tira contra el césped, se queda allí tirada.
Ya está. Era el fin.
Sus
últimos pensamientos irían a aquel chico. Al que desearía no haber dejado atrás
por ser imbécil por una estupidez así.
Cierra
los ojos. No oye ni siente nada. Como si fuera una muñeca, no quiere sentir.
Las lágrimas caen por su rostro.
-Raúl…-
sólo sale su nombre de su garganta atorada por el miedo.
Con
los ojos cerrados acepta su destino.
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