Saray esperaba
sentada en la arena, Gabriel no le había dejado ayudarle a colocar ni a recoger
nada. El chico había abierto el maletero de la Triunf y sacaba unas fiambreras
con la lo que debía ser la cena. Saray se había quitado la camisa, ya bastante
empapada y decidió quitarse los pantalones y meterse al agua, a buena
temperatura, fresca pero no demasiado porque había recogido los rayos del sol
del día.
El mar estaba en
calma. Se sienta de manera que sólo se le veía la cabeza. Sus ojos
centelleantes observaban como colocaba las cosas Gabriel.
Sale del agua y
engancha el brazo del chico tirando de él hacia el agua.
-¡Venga! ¡Qué
está buena!- exclama Saray sonriendo, Gabriel se opone a meterse en el agua.
-¡Espera a que me
quite la ropa al menos!- dice mientras intenta de contrarrestar la fuerza que
ejerce la muchacha.
-¡No, no, no! ¡Al
agua con lo puesto!-dice riendo, logra que se meta en el agua salada, empapando
las partes aún secas de la ropa.
Ella le lanza
agua con las manos, salpicándole. Él la abraza embutiéndola en un férreo abrazo
húmedo y salino de ropa mojada.
-¡El abrazo del
oso!-Exclama mientras la levanta del suelo, ella se ríe y hace fuerza para
soltarse. El muchacho se desequilibra y caen sobre el agua, cerca de la orilla.
La muchacha le
ayuda a quitarse la camiseta pegada a su torso.
-¿Esto una
indirecta?-dice con una mueca pícara.
-Tonto…-dice ella
mientras le acaricia el pelo mojado.-¿No me decía que mientras estuviese a tu
lado podías aguantar?
-Ya, pero la
paciencia tiene un límite.
-Pues aumenta ese
límite.
-Eres mala
¿sabes?
-Yo nunca te dije
que fuera buena.- Su pelo se comienza a mezclar con la arena que los entierra
poco a poco, las conchas se enredan en su pelo.
-Pero lo parecías.
-Las chicas malas
engañan a sus presas.- Sus labios chocan, ella entreabre los suyos para aspirar
su olor. Gabriel se separa, de manera dulce, pero tosca; ella lo mira sin comprender.
-Vamos a cenar
anda.-Saray se siente morir, ¿por qué se había separado así?
-¿He hecho algo
mal?-susurra con el fondo de las olas rompiendo contra la orilla.
-No, sólo que me
estás tentando demasiado, señorita.- le explica con una sonrisa dulce.-Y como
no quieres que te coma será mejor que me dedique a comer otra cosa.¿Quieres un sándwich?
La muchacha
sonrojada se queda sentada donde él la dejó, patidifusa. Le cuesta encontrar
las palabras, se levanta con cuidado.
-¿Qué tienes?
-Los ingredientes
son sorpresa, coge uno y pruébalo.-Saray se sienta y coge uno de los de abajo,
una mala costumbre que tenía desde siempre. Le da un bocado.-¿Te gusta?
-Sí, es… ¿Es
queso con nueces?
-Sí. También hay
de más cosas.
-Supongo.-se ríe.
El pan le secaba la boca.– ¿No hay nada para beber?
Gabriel le tiende
una copa que contiene un líquido dorado.
-¿Champán?-Dice
sorprendida, el muchacho asiente. Se lo bebe a sorbitos, a la vez que se pierde
en su mirada, iluminada por la Luna y por las velas, colocadas por el chico, le
daban un aspecto misterioso a su rostro.
Continúan
comiendo a la vez que la noche transcurre. Las olas se suceden, ella observa el
tránsito de la Luna por el firmamento. Gabriel la abraza por detrás y la hace
caer tumbada sobre él, Saray alza los ojos a las estrellas.
-¿Sabes una cosa?
-¿El qué?-
pregunta ella.
-Si extiendes la
mano así…- la alza de manera que parece que es la suya propia.- Parece que
tocas las estrellas.
-Lo sé. Lo hago
siempre que puedo.-comenta ella sonriente, extiende su brazo para entrelazar
sus dedos con los de Gabriel.-Pero cuando tú estás no me hace falta soñar con
tocar las estrellas porque siento que ya estoy en ellas.-El muchacho abrumado
no responde.-¿Gabriel?
-¿Qué?-Dice
apurado.
-¿Estás bien? Es
que te has puesto tenso…-El muchacho le remueve el pelo, despeinándoselo.- ¡Ay!
¿Pero qué haces?
-¡Calla, boba!-dice
mientras la estruja contra él. Saray, confusa, se deja envolver por los brazos
de Gabriel.-Duérmete anda, que ya es muy tarde.
- No quiero…-
susurra ella con los ojos entrecerrados.-Además no es tan tarde, no son ni las
doce.
-Ya, pero,
pequeña Cenicienta, la magia que te envuelve desaparecerá a las doce.
-¿Entonces tú
desaparecerás?-pregunta a la ve que se da la vuelta para mirarle directamente a
los ojos, a aquellos ojos grises, iluminados con la luz ambarina de las
pequeñas velas contrastaban en un juego de luces con la luz mortecina y perlina
de la Luna.
-No, o eso
espero.- dice con una sonrisa burlona dibujada en su cara.
-Entonces no me
importa que se esfume la magia.-responde sonriendo con los ojos.
Gabriel se
sonroja la atrae hacia él, la besa con ternura. Entrelaza sus dedos en su pelo
mojado y mezclado con la arena. Las caricias y los besos pierden la inocencia
para volverse más atrevidos, rebeldes. La ternura se convierte en pasión.
Se oye un
tintineo. Se separan durante un instante.
-Ehm, será mejor
que mire a ver quién es.-se excusa Saray azorada, recoge la blackberry y mira el
mensaje.
“Al final, ¿qué
era la sorpresa?, ¡me dejaste intrigada!, supongo que ya te la habrá dado,
¿no?”
Era de Resa. No
tenía ganas de contestar, ni de recibir más mensajes “oportunos”. Apaga el
móvil y se gira hacia Gabriel, quien sostenía un paquete envuelto entre las
manos.
-¿Pensabas que
esta era la única sorpresa?- dice mientras ella atónita recoge la pequeña
cajita.
-Con esto me
valía, no hacia falta que..
-Bueno, ya está
comprado ¿no?, y yo no lo puedo llevar.-se ríe.
Saray comienza a
desenvolverlo, una pequeña caja rosa aparece bajo el papel de color lima.
Dentro hay un pequeño anillo, de color plata, liso y sencillo; pero no por ello
menos bello. Se lo coloca en el anular, encajándolo perfectamente.
-¿Cómo has sabido
mi talla?
-Pues a ojo.
Creía que esa era la tuya, una corazonada, tal vez.-Explica sonriente.-¿Te
gusta?
-No.-dice ella de
forma seca.- ¡¡Me encanta!!
Salta a sus
brazos, Gabriel la abraza, la piel de ella está fría, recoge su camisola y se la
tiende. Ella se la pone obediente.
El sonido de unas
campanas llega desde el horizonte.
-Cenicienta, ¿Me
concederías el placer de bailar conmigo?- le pregunta mientras se inclina
haciendo un amago de reverencia y le tiende la mano.
-No sé si será un
placer, pero si os queréis arriesgar…- le advierte recordando que no es buena
bailando.
-Me arriesgo.-dice
sin dudar, mirándola directamente a los ojos.
-Entonces, vale.
Bailan al son de
una música inexistente, con las olas de fondo. Un baile sin reglas, un baile en
el que no importa si haces algo mal. Ella ve que le va a pisar, para
evitar su torpeza trata de no pisarle, cayendo en la arena junto a él.
-L-lo siento. Es
que te iba a pisar.-explica avergonzada.
-No importa que
me pises.
-Pero… Siento que
nos hayamos caído.
-Si te caes yo te
recojo, así de simple.-Una sonrisa diabólica se cruza en su cara.-Aunque esto
tiene una ventaja.
La abraza y la
besa. Y se quedan así abrazados bajo una manta de estrellas.
Ella se duerme encima
de Gabriel. Para él, la arena como colchón, quizás no el mejor, pero él no puede imaginar
uno mejor.