viernes, 25 de mayo de 2012

Capítulo 43


Saray esperaba sentada en la arena, Gabriel no le había dejado ayudarle a colocar ni a recoger nada. El chico había abierto el maletero de la Triunf y sacaba unas fiambreras con la lo que debía ser la cena. Saray se había quitado la camisa, ya bastante empapada y decidió quitarse los pantalones y meterse al agua, a buena temperatura, fresca pero no demasiado porque había recogido los rayos del sol del día.
El mar estaba en calma. Se sienta de manera que sólo se le veía la cabeza. Sus ojos centelleantes observaban como colocaba las cosas Gabriel.
Sale del agua y engancha el brazo del chico tirando de él hacia el agua.
-¡Venga! ¡Qué está buena!- exclama Saray sonriendo, Gabriel se opone a meterse en el agua.
-¡Espera a que me quite la ropa al menos!- dice mientras intenta de contrarrestar la fuerza que ejerce la muchacha.
-¡No, no, no! ¡Al agua con lo puesto!-dice riendo, logra que se meta en el agua salada, empapando las partes aún secas de la ropa.
Ella le lanza agua con las manos, salpicándole. Él la abraza embutiéndola en un férreo abrazo húmedo y salino de ropa mojada.
-¡El abrazo del oso!-Exclama mientras la levanta del suelo, ella se ríe y hace fuerza para soltarse. El muchacho se desequilibra y caen sobre el agua, cerca de la orilla.
La muchacha le ayuda a quitarse la camiseta pegada a su torso.
-¿Esto una indirecta?-dice con una mueca pícara.
-Tonto…-dice ella mientras le acaricia el pelo mojado.-¿No me decía que mientras estuviese a tu lado podías aguantar?
-Ya, pero la paciencia tiene un límite.
-Pues aumenta ese límite.
-Eres mala ¿sabes?
-Yo nunca te dije que fuera buena.- Su pelo se comienza a mezclar con la arena que los entierra poco a poco, las conchas se enredan en su pelo.
-Pero lo parecías.
-Las chicas malas engañan a sus presas.- Sus labios chocan, ella entreabre los suyos para aspirar su olor. Gabriel se separa, de manera dulce, pero tosca; ella lo mira sin comprender.
-Vamos a cenar anda.-Saray se siente morir, ¿por qué se había separado así?
-¿He hecho algo mal?-susurra con el fondo de las olas rompiendo contra la orilla.
-No, sólo que me estás tentando demasiado, señorita.- le explica con una sonrisa dulce.-Y como no quieres que te coma será mejor que me dedique a comer otra cosa.¿Quieres un sándwich?
La muchacha sonrojada se queda sentada donde él la dejó, patidifusa. Le cuesta encontrar las palabras, se levanta con cuidado.
-¿Qué tienes?
-Los ingredientes son sorpresa, coge uno y pruébalo.-Saray se sienta y coge uno de los de abajo, una mala costumbre que tenía desde siempre. Le da un bocado.-¿Te gusta?
-Sí, es… ¿Es queso con nueces?
-Sí. También hay de más cosas.
-Supongo.-se ríe. El pan le secaba la boca.– ¿No hay nada para beber?
Gabriel le tiende una copa que contiene un líquido dorado.
-¿Champán?-Dice sorprendida, el muchacho asiente. Se lo bebe a sorbitos, a la vez que se pierde en su mirada, iluminada por la Luna y por las velas, colocadas por el chico, le daban un aspecto misterioso a su rostro.
Continúan comiendo a la vez que la noche transcurre. Las olas se suceden, ella observa el tránsito de la Luna por el firmamento. Gabriel la abraza por detrás y la hace caer tumbada sobre él, Saray alza los ojos a las estrellas.
-¿Sabes una cosa?
-¿El qué?- pregunta ella.
-Si extiendes la mano así…- la alza de manera que parece que es la suya propia.- Parece que tocas las estrellas.
-Lo sé. Lo hago siempre que puedo.-comenta ella sonriente, extiende su brazo para entrelazar sus dedos con los de Gabriel.-Pero cuando tú estás no me hace falta soñar con tocar las estrellas porque siento que ya estoy en ellas.-El muchacho abrumado no responde.-¿Gabriel?
-¿Qué?-Dice apurado.
-¿Estás bien? Es que te has puesto tenso…-El muchacho le remueve el pelo, despeinándoselo.- ¡Ay! ¿Pero qué haces?
-¡Calla, boba!-dice mientras la estruja contra él. Saray, confusa, se deja envolver por los brazos de Gabriel.-Duérmete anda, que ya es muy tarde.
- No quiero…- susurra ella con los ojos entrecerrados.-Además no es tan tarde, no son ni las doce.
-Ya, pero, pequeña Cenicienta, la magia que te envuelve desaparecerá a las doce.
-¿Entonces tú desaparecerás?-pregunta a la ve que se da la vuelta para mirarle directamente a los ojos, a aquellos ojos grises, iluminados con la luz ambarina de las pequeñas velas contrastaban en un juego de luces con la luz mortecina y perlina de la Luna.
-No, o eso espero.- dice con una sonrisa burlona dibujada en su cara.
-Entonces no me importa que se esfume la magia.-responde sonriendo con los ojos.
Gabriel se sonroja la atrae hacia él, la besa con ternura. Entrelaza sus dedos en su pelo mojado y mezclado con la arena. Las caricias y los besos pierden la inocencia para volverse más atrevidos, rebeldes. La ternura se convierte en pasión.
Se oye un tintineo. Se separan durante un instante.
-Ehm, será mejor que mire a ver quién es.-se excusa Saray azorada, recoge la blackberry y mira el mensaje.
“Al final, ¿qué era la sorpresa?, ¡me dejaste intrigada!, supongo que ya te la habrá dado, ¿no?”
Era de Resa. No tenía ganas de contestar, ni de recibir más mensajes “oportunos”. Apaga el móvil y se gira hacia Gabriel, quien sostenía un paquete envuelto entre las manos.
-¿Pensabas que esta era la única sorpresa?- dice mientras ella atónita recoge la pequeña cajita.
-Con esto me valía, no hacia falta que..
-Bueno, ya está comprado ¿no?, y yo no lo puedo llevar.-se ríe.
Saray comienza a desenvolverlo, una pequeña caja rosa aparece bajo el papel de color lima. Dentro hay un pequeño anillo, de color plata, liso y sencillo; pero no por ello menos bello. Se lo coloca en el anular, encajándolo perfectamente.
-¿Cómo has sabido mi talla?
-Pues a ojo. Creía que esa era la tuya, una corazonada, tal vez.-Explica sonriente.-¿Te gusta?
-No.-dice ella de forma seca.- ¡¡Me encanta!!
Salta a sus brazos, Gabriel la abraza, la piel de ella está fría, recoge su camisola y se la tiende. Ella se la pone obediente.
El sonido de unas campanas llega desde el horizonte.
-Cenicienta, ¿Me concederías el placer de bailar conmigo?- le pregunta mientras se inclina haciendo un amago de reverencia y le tiende la mano.
-No sé si será un placer, pero si os queréis arriesgar…- le advierte recordando que no es buena bailando.
-Me arriesgo.-dice sin dudar, mirándola directamente a los ojos.
-Entonces, vale.
Bailan al son de una música inexistente, con las olas de fondo. Un baile sin reglas, un baile en el que no importa si haces algo mal. Ella ve que le va a pisar, para evitar su torpeza trata de no pisarle, cayendo en la arena junto a él.
-L-lo siento. Es que te iba a pisar.-explica avergonzada.
-No importa que me pises.
-Pero… Siento que nos hayamos caído.
-Si te caes yo te recojo, así de simple.-Una sonrisa diabólica se cruza en su cara.-Aunque esto tiene una ventaja.
La abraza y la besa. Y se quedan así abrazados bajo una manta de estrellas.
Ella se duerme encima de Gabriel. Para él, la arena como colchón, quizás no el mejor, pero él no puede imaginar uno mejor.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Capítulo 42


Se coloca un conjunto delante del espejo. El blanco era sencillo y elegante, se ajustaba muy bien a su figura.
El negro en cambio era más sensual, más adulto. Se mira al espejo. Su pelo está recogido en una trenza. Mira la goma, es blanca, por lo que se pone el blanco.
Recoge una camisola con vuelo, aconjuntada con unos vaqueros cortos. Llevaría sus pequeñas converse que estaban para el arrastre.
Su móvil suena, esa era la señal. Baja de dos en dos las escaleras. Hoy era su cumpleaños, Gabriel la llevaría a alguna parte, pero era sorpresa.
Sale del portal, y lo ve allí sobre la moto, con el casco enganchado al manillar, y el del copiloto en la mano. En el rostro de ella se dibuja una sonrisa.
Se acerca al vehículo. Le da un beso a forma de saludo.
-¿No me dices nada?
-Te lo diré cuando lleguemos.-responde él con una sonrisa socarrona esbozada en el rostro.
-¿A dónde vamos?- pregunta ella.
-Es una sorpresa. ¿Has traído lo que te dije?
-Sí…-Ella se queda indecisa.-Oye...
-¿Qué? Venga sube.
-Que…-Se sube y se coloca el casco.- Que nunca me he montado en una moto.
-Bueno pues agárrate bien fuerte, y fíate de mí.
-Pues vamos mal, porque no me fío de ti.-Dice mientras se agarra con sus brazos a él.
-Si quieres puedes ir andando, pero te aviso que es un camino muy largo.-Dice mientras comienza a arrancar la moto.- ¿Entonces?
-Vale. Trataré de fiarme de ti.-dice mientras se ríe, Gabriel arranca y da gas, y la lleva junto a su regalo de cumpleaños.
Saray se acomoda en la espalda del muchacho, el viento le acaricia las piernas y hace que la camisola quiera volar. Trata de resistir la tentación de soltarse para poder recibir completamente el viento. Poco a poco van saliendo de la ciudad, se introducen de lleno en la carretera. Ella observa el paisaje. Él el tráfico.
Salieron a las cinco en punto de la tarde. A las dos horas, paran para repostar y descansar.
-¿Cuándo me vas a decir a dónde me llevas?
-Mira que eres curiosa. Cuando lleguemos.- Se moja el pelo con la botella de agua helada que acaba de comprarse en la tienda.
-¡Ey! ¡Déjame un poco!- Saray le quita la botella, la cual vierte su contenido sobre ella. Su camisa se ciñe a su figura. Enrojece de rabia y vergüenza.
-Oye, no te queda mal el estilo camiseta mojada.-Dice riendo Gabriel.
-Déjame en paz. Menos mal que me puse el bañador.
-Menos mal…-Acerca su rostro al suyo, ella se deja hacer.
La besa con ternura, la envuelve con sus brazos. Ella pasa los suyos por debajo y los apoya en sus omoplatos.
-Venga, vámonos que queda aún camino.-dice separándose de ella, quien se coloca el casco y se sienta a continuación de él en aquella Triunf negra que se pierde en la lejanía del asfalto.
Comienza a anochecer. La impaciencia de Saray aumenta más y más. Las primeras estrellas iluminan el recorrido de la Luna menguante.
Entonces tras los miles de pueblos que habían visto sólo de pasada, comienza a vislumbrar el mar, inmenso y lleno. Se paran cerca de Peñiscola, en una playa poco transitada y menos a esas horas. Gabriel y Saray se bajan. Se quita el casco buscando el aire que le falta, Gabriel se coloca justo enfrente de aquella playa.
-Bueno, esta es tu sorpresa, pequeña. ¡Felicidades!-dice Gabriel sonriente.
Se queda sin habla, las lágrimas anegan sus ojos, le cuesta respirar aquel aroma salino. No le puedo poner palabras a sus sentimientos.
-¿Era este el lugar que decías no?-El chico se pone serio, ¿y si se había equivocado?
Como respuesta, la chica se lanza a sus brazos, haciéndole rodar por la pendiente de arena fresca, riendo. Llegan a la orilla la marea un poco alta empapa sus ropas, mientras ellos se funden en un beso, lejano a aquel paisaje.
Bañados por la Luna los besos se suceden, acaban abrazados con el satélite como observador. Ella cierra los ojos y se acomoda entre sus brazos.
-Me habría bastado con un lago.

Capítulo 41


Tarde soleada de Agosto, el césped crece airoso, en multitud, como mostrando que necesita un corte. El Sol, radiante, despeja las nubes de su cielo azul. Se oyen risas en aquel barrio residencial tan silencioso.
-¡Venga ya! ¿Y qué les dijiste?- susurra Saray con voz cantarina.
-¿Te refieres a la parejita que se lo montaba  en el baño de al lado?-La muchacha asiente.- Pues:
>>Se oían ruidos raros, yo no me quería inmiscuir en sus “asuntos”, pero cuando iba a coger el papel higiénico, descubrí, para mi sorpresa, que aquel baño carecía de él.
>>-Perdonad, pero, ¿tenéis papel?-dije a la parejita, cortándoles el rollo. Nunca mejor dicho.
>>-eh, sí, toma.- me pasaron el rollo por debajo y ahí acabó la cosa. Les corté de una manera.
-¡Qué buena Aly!- comenzó a reírse Saray.
-¡Gracias!- dice mientras ella se ríe.
Saray mira al cielo, está despejado. Se tira sobre la toalla, Aly se echa crema protectora. Mientras su amiga se extiende la crema la muchacha mira una pequeña nube solitaria en aquel mar azul.
-Sería bonito…
-¿Qué? ¿Qué sería bonito?-pregunta Aly mientras termina de extenderse la crema por las piernas.
-Poder volar y acariciar las nubes con las manos.-dice mientras alza su mano al cielo.
-Lo de volar, lo veo un poco imposible. Pero ya atravesaste una nube un día.-Saray la mira intrigada.-Ya sabes, en Granada.
-Ah… Es verdad.- Tenía razón, un día en aquel albergue en la montaña una nube la atravesó, era una sensación parecida a una ducha de agua muy suave, de la que sales empapada. Como cuando chispea.
Saray cierra los ojos, su mirada se pierde en sus párpados sellados, de un tono rojizo por estar a contra luz. Odia esa sensación. Se gira y el pelo, aún húmedo por el agua con cloro de aquella piscina, una sensación de frescor la invade por completo.
-Aly.
-¿Sí?- ya se había tumbado bocarriba. Gira la cabeza para mirarla.
-¿Qué te pareció Gabriel?-Su intensa mira azul la observa a través de aquellos mechones de pelo más oscuro.
-Era majo, y…
-¿Y?
-Fue bonito como se presentó. No sé me da buenas vibraciones.-Sonriente cierra los ojos.
Saray se ríe. Empieza a arrancar la hierba con la mano.
-¿Qué haces?
-Hacer una camita para mi hámster.-Se ríen.-Veo que aún te acuerdas.
-¿Cómo no acordarse de aquella serie?
-Quién sabe, a lo mejor tienes amnesia.
-Pues no, estoy sana como una manzanota.
-Pues, me alegro.- cierra los ojos, le pican del cloro, le cuesta mantenerlos abiertos. Se relaja, demasiado, tanto que se duerme.
Su sueño era agitado y confuso. Soñó con un Gabriel que le entregaba un regalo. Una pequeña caja envuelta con un papel amarillo pálido.
Cuando la abría de ella salía un pequeño fulgor. Miraba al muchacho y veía que esbozaba una sonrisa socarrona, sus ojos tenían un brillo extraño, no parecía el Gabriel de siempre.
La chica introduce su mano para sacar aquel objeto brillante, nota como algo gotea entre sus dedos, nota picor en sus dedos. Los saca con una mueca de dolor. Se había cortado. Levanta la vista para encontrarse con el rostro de Gabriel, mas no está.
Está sola. Siente miedo, puro terror. Además de frío, y dolor, no por la herida si no algo que la dice que está completamente sola. Se hace un ovillo, lanzando la caja a su vez. Y cierra los ojos para abrirlos en otro mundo.
Se despierta sobre saltada, oye el cántico de los pájaros, el olor a cloro, sus ojos una vez se adaptan al sol le hacen descubrir que ha vuelto al mundo real. Suspira aliviada. Siente un  dolor punzante en las sienes, siempre  le pasaba cuando se dormía con el sol rozándole la cara.
-¡Qué sueño tan extraño!- susurra.
-¿Qué?-dice una voz a su espalda. Se gira es Aly, recién salida de la piscina.
-Nada. ¡Vamos al agua!- la coge de la mano y la empuja a la piscina.
Saray se tira de manera seguida, el agua fría la despeja, era mejor no darle demasiada importancia a los sueños, y más aún cuando eran extraños. Bucea un poco y luego sale.