martes, 20 de marzo de 2012

Capítulo 36


Aleesha camina descalza por su casa. Su perro le olisquea con su hocico húmedo los pies, haciéndole cosquillas. Lo acaricia, se queja mucho de aquel pequeño animal blanco y peludo. Pero le quiere más de lo que parece. Aunque el perro prefiera a su padre. Le aparta con el pie, y camina hacia el salón, calzándose a la vez que camina, unas converse ¿para qué más?
-Mamá, me voy a dar una vuelta.
-Vale. No vengas tarde.
Sale de su casa, recogiendo las llaves, cierra la puerta y camina hasta la estación, que aunque le quede lejos, no importa, mejor ahorrar y caminar. Así hacía, de paso, ejercicio.
Caminaba, erguida, dando pequeños botes con cada paso. Su pelo oscuro y largo se mecía con cada paso. Su pelo, era bonito, cuidado desde hace bastante tiempo por su madre, todo el mundo se lo decía, por eso su madre nunca dejaría que se lo cortase.
Sigue caminando, sola, mientras escucha música, de todo un poco, sobre todo pop. Cuando llega a su destino mira la hora, lleva un ligero retraso. Suspira, no sabía cómo, la mayoría de las veces llegaba tarde cuando quedaban. La máquina le expide el ticket y ella lo recoge con parsimonia, calmada, relajada. Como si no corriese prisa, pues como dicen la vida dura un segundo, pero el tiempo toda la vida. Sube al tren que entra en la estación, con destino a Madrid.

Capítulo 35


Sale de su casa con sus tacones negros, le gustaba llevarlos porque era bajita, además de que tenía un buen aguante, no como Saray que casi siempre iba de planos, y cuando llevaba bastante tacón no hacía más que quejarse.
Camina segura, decidida. Suena el tintineante sonido de su blackberry, un nuevo whatshapp, seguramente de Max, una sonrisa se esboza en su cara, mira el reloj, aún tenía tiempo. Responde con un escueto “Vale”. Camina, feliz, radiante por no tener que estudiar, al encuentro de Max.
Lo ve de lejos como no, con su bicicleta, no se despegaba de ella, últimamente siempre llegaba puntual, cuando en un principio siempre tenía que esperarle un poco hasta que llegaba. Le saluda con un beso leve en los labios.
Le abraza, tienen poco tiempo hasta el momento en el que ella tenga que coger el tren. Resa le coge de la mano, no le gustaba que alguien la aferrase cuando llevaba tacones.
-¿Qué tal?- le dice ella despreocupada, mientras caminan con un rumbo fijo, la estación.
-Bien, vengo de dar una vuelta en bici, y pasaba por aquí. Y pensé en verte.
-Serás bobo…- pasan el pequeño rato caminando juntos, sin nadie que los interrumpa, como el primer día. El día en el que empezaron a salir sin declararse ninguno. Un día que ambos recuerdan con cariño y felicidad.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Capítulo 34

En otro lugar, en otro momento.
La muchacha recoge su cabello medio rubio con unas horquillas para poder apartarlo de su cara, coge el móvil, el que nunca suena cuando recibe mensajes, quiere cambiarlo pero en otra ocasión. Sale de su casa.
-¡Me voy!- dice antes de cerrar la puerta.
Baja medio corriendo, se le había hecho tarde. Comienza a correr, gana velocidad. Mientras se pone los cascos, la música comienza a sonar. Canciones movidas, canciones de discoteca. Las canciones que no dejan pensar en nada. Corre hacia Getafe centro, podría haber tomado el metro, pero desde que habían subido el precio prefería ir andando, o como en este caso corriendo.
Comienza a aminorar el paso a medida que ve la estación. Caminando rápido entra en ella. Baja las escaleras mecánicas sin quedarse parada, compra el billete, ve su tren. El tren que si no coge llegara tarde. Espera impaciente a que la máquina expulse el ticket, lo recoge y pasa por la otra máquina, logra pasar.
Hace un sprint para pillar aquel tren, rogando que no se vaya. Sube la pequeña escalerilla de un salto, su empeine pega con el peldaño superior, tropieza, se prepara para el golpe, cierra los ojos fuertemente, espera al dolor que no llega.
Los abre. Se encuentra entre los brazos de alguien, alguien había impedido que se golpease. Mira hacia arriba, para descubrir su salvador.
Ve a un chico de más o menos su edad, de conflexión fuerte. Se ruboriza, al ver su rostro. Era guapo, a ver no guapo como un modelo, pero no estaba nada mal. Sus ojos claros miran fijamente los suyos de color miel.
-¿Estás bien?- responde el chico. Su voz era grave pero bonita.
-Ah…- se levanta rápidamente. Aún enrojecida.-Gracias,… esto…
-Marcos. Me llamo Marcos.- le sonríe, tiene una sonrisa preciosa.
-Ehm, gracias, Marcos… -Dice la chica, mientras se recoloca un mechón rebelde.-Me llamo Anne.
-No es nada, a uno siempre le gusta que una belleza se le caiga en los brazos.- dice mientras se ríe.
-¡Que te den!- Dice con un deje macarra en la voz, mientras pone los brazos en jarras, y se dispone a irse. El tren de un frenazo. Se desequilibra y cae de nuevo sobre Marcos.
-Preciosa, te más cuidado no vaya a ser que caigas rendida ante mí…-dije mientras sonríe, y la ayuda a equilibrarse.
-¡Suelta!- medio grita, mientras le aparta la mano que la sostenía. Se comienza a alejar.
-Pues no te doy esto.- Anne se gira, ve su móvil en la mano de aquel chico.-Vamos a ver tu número…
-¡Pero, ¿qué haces?!- grita mientras lo arranca de sus manos.
-Nada… oye, Anne.-dice con un tono suave.-Bah, nada…
-No… ¡Ahora me dices que!- ella odiaba que dejasen las frases a la mitad, si dices algo terminas de decirlo.
-Que eres muy guapa ¿sabes?... Sobre todo cuando te enfadas, pero debes de serlo más cuando sonríes.- se acerca a ella.
-¡Eh! ¿Pero quién te crees que eres?-dice mientras se aleja un paso por cada uno que da el en su dirección.
-Nadie… solo alguien que te recogió de estamparte contra el suelo y que solo dice la verdad.
-Eres híper raro… Pues bueno, Nadie… Adiós.
Anne se aleja, sin saber que el destino entreteje su historia sin consultarle; Marcos enciende su móvil y apunta el número de la chica, a veces, le encantaba tener memoria fotográfica; sonríe para sus adentros. Parece que al final algo interesante había llegado a su vida, de una manera extraña. Quien sabe lo que le deparara el futuro a Anne y a aquel chico tan extraño, Marcos.

Capítulo 33

El metro estaba atestado, odiaba los metros de hora punta, casi no había espacio y no te podías relajar en un asiento. Solo te podías concentrar en no caerte o en no salirte del tren en alguna estación con los grupos masivos de gente saliendo y entrando. Pero era su única manera de llegar a su casa, o, al menos, hasta que se sacase el permiso de conducir.
Conducir… parecía tan lejano, ella sabía que si se sacaba el permiso sería uno mixto, para poder coger una moto, uno de sus sueños, tener una moto… Su mente divagaba en sus pequeños cinco deseos. Deseos de toda su vida. Sin darse cuenta que uno de ellos se cumpliría de una manera muy peculiar.
Mira la parada, es la suya. Se baja. Camina deprisa, nada la detiene. Mucha gente se quejaba de lo rápido que andaba, pero a ella le parecía normal. Se echa el pelo a la espalda, ahuecándolo, la suave brisa recorre su nuca. Le produce un escalofrío. Una muchacha de pelo rubio y corto pasa por su lado. Parecía una modelo. Alta, guapa, con estilo. Todo lo que un chico podría desear.
Pero, que verían en ella, la muchacha piensa en si misma, su pelo era un desastre se enredaba con nada, era de un tono castaño de lo más normal, lo odiaba, no le gustaba, sus ojos azules eran lo único destacable de ella. Porque su tipo no estaba mal, pero no era espectacular. Suspira, piensa que ella es el tipo de chica normal tirando hacia abajo en una escala de belleza.