domingo, 22 de abril de 2012

Capítulo 40


-¡Ay! ¿Qué me pongo?- Suspira Saray mientras saca prendas de su armario. Gabriel estaba al llegar y ella no sabía ni que peinado iba a llevar. Mira la hora. Faltaban cinco minutos y ya estaría aquí.
Mete la mano en la parte de los vestidos, y lo ve, ya no se acordaba de él. Lo coge y se lo prueba, como un guante. Sonríe.
Se echa muy poco maquillaje. Tonos claros. Converse negras. Lista.
Se mira al espejo.
Su melena, ligera tras la ducha, está libre, su cuerpo esta embutido en un vestido de tela color vaquero. Se mira de nuevo al espejo.
No le convence. Quizás iba mal. ¿Y si no le gustaba? Malditas dudas, lo que daría por no tenerlas. Pero a la vez le alegraban, porque antes no las sentía, no sentía aquellos nervios a la hora de quedar con él.
Se sorprende enrojeciéndose a su yo del espejo. ¿Desde cuándo era así?
No le da tiempo de pensar. Suena el timbre.
-¿Sí?-Dice al apoyarse el interfono en la oreja, que era antiguo, semejante a un teléfono con cable.
-Buenas noches.-Dice una voz masculina.
-Ehm… ¿Buenas?- Que pena al final no era Gabriel. Suspira.
-Verá es que tenemos aquí a un chaval, un ángel que ha venido a buscarla, y dice que si no baja rápido que se prepare.- Se oye una risa.
-¡Gabriel! ¡Mira que eres tonto! ¡Ya bajo!- dice mientras ríe, lo recoge un poco todo mueve la mini montaña de ropa de la cama a la silla, coge las llaves y lo necesario y baja.
Va dando pequeños trotes al bajar. Quizás odiase esos nervios, quizás no le gustasen aquellas cosquillas en el estomago pero, ante la sensación de poder volver a verle todo lo demás se difuminaba.
-¡Gabriel!- se lanza a sus brazos. El chico la coge y flojea un poco, no se lo esperaba. Ella cierra los ojos y aspira su aroma, que seguía siendo un misterio para ella.- ¡Te he echado de menos!
-Pero si me vistes ayer tontona- La separa de sí y le da un beso en la frente.
-¿A eso le llamas tú un beso?-repone ella sarcástica, le pasa la mano a través de aquellos mechones de pelo castaño y lo acerca. Le da un beso suave. Se separan y ella sonríe.
-¡Uh, qué lanzaba va la señorita!- Dice él con una mueca lasciva.-Si quieres podemos ir más rápido
-¡Malo! ¡Por tonto te quedas sin besos por hoy!- Dice sacando la lengua.
Gabriel se ríe y la coge de la mano.
-Te vas a arrepentir. No aguantarás.
-¿Qué no? ¡Ya verás!- dice desafiante Saray a la vez que hace un mohín.- Bueno, cambiando de tema, ¿Cuál es el plan?
-Salir a cenar.
-¿Y ya está?
-El resto irá sobre la marcha.- Le mira a los ojos, le brillan diferente, un escalofrío le sube por la espalda hasta la nuca. Quizás no estaba a gusto con ella, se enrojece.
-Gabriel, ¿Tú eres feliz?
-¿Eh?- se apura, no se esperaba aquella pregunta.
-¿Eres feliz?- lo observa pendiente de su mirada, enrojecida. Olvida el castigo impuesto y la besa. Él no sabía cómo describir el sabor de sus labios. Se volvían adictivos, como… como una droga, como un medicamento del que dependes para sobrevivir.
Ella se pierde en el beso, un beso con sabor a nubes, con sabor al polvo de las estrellas. Que la hacía ver cómo sería rozar las estrellas con la puntas de los dedos.
Se separan. Se miran.
-¿Tú lo eres? ¿Eres feliz?- pregunta, ella asiente, no puede decir nada, sigue despertando de aquel beso.- Entonces yo lo soy.
-Mira que eres ñoño.-dice ella con los ojos húmedos y le da un puñetazo en el torso.
-Oye, encima que te digo algo bonito. Te voy a denunciar por maltrato!- luego se pone a contar con los dedos- con esta ya van tres.
-Pues no me pongas en apuros.-dice ella sonrojada. Un portero de una discoteca sonríe cuando los ve pasar, discutiendo pero felices.
-Eres tú la que se pone en apuros sola. Por el golpe no te doy más besos hoy.
-¡Pero si antes has roto tú tu castigo!-expone ella mientras pone los brazos en jarras.
-Dijiste que no me los darías tú, no que yo no te pudiese robar los que quiera. Ahora ya no habrá más besos, por parte alguna.-sonríe socarrón, mientras la agarra de la mano.
Ella se enfurruña, pero no rechaza su mano. La agarra suavemente. Él sostiene su mano, con cuidado.
-¿Y a dónde vamos a cenar?- pregunta Saray. Se tira del vestido por la parte trasera, para bajarlo si acaso se hubiera subido.
-No sé, ¿qué me recomiendas?
-Pizza. Hay un sitio en las que las hacen a mano, está cerca de la calle Madrid, por uno de los desvíos. Además el sitio es bonito. –comenta.
-Pues guíame. –Dice él con una sonrisa.
-Pero ¡Si te lo enseñe en la visita turística!-dice ella molesta porque él no la había escuchado.
-Es posible.-responde sonriente.
-Pues si te lo dije, ya veo como me escuchas.-Suelta la mano del chico, mientras cierra los ojos y se adelanta unos pasos. Enfada. Lo que más odiaba era hablar y gastar saliva y tiempo a lo tonto.
Casi instantáneamente unos brazos la envuelven, siente su aliento en la nuca.
-Si no te oí fue porque estaba mirándote, y no me podía fijar en nada más que tú sonrisa mientras recorríamos estas calles.-susurra Gabriel de manera que sólo la oiga ella. Se sonroja. Quizás si le había cambiado algo por dentro aquella chica.
-¿De verdad?- Cierra los ojos. Apoya sus manos en los brazos que la envuelven.
-De verdad.-dice él mientras la besa el cuello, cierra los ojos aspira su perfume, olía a fresas, un tenue olor a chuche.
Saray roja como un tomate, se separa de aquel chico. Le mira y poniéndose de puntillas le besa en la frente.
-¿A eso llamas tú un beso?-repone él sarcástico.
-¡No me copies las frases!- dice ella riendo, se agarra a su brazo.
-Si fuera por mí lo copiaría todo de ti.
-¿Por qué? ¡Ni que fuera perfecta!- recuerda aquel pensamiento, volviendo a ver a aquella muchacha rubia de pelo corto, ella si era perfecta; en cambio ella era del montón.
-Si, tienes razón, quizás no lo seas.-Su tono suena serio, Saray siente una punzada.-Pero para mí si lo eres, quizás aquellos que no te conocen no vean lo perfecta que eres.-le sonríe con la mirada.
Saray le abraza, apoya su cabeza en su hombro.
-No mientas para alegrarme.
-No miento nunca. Es la verdad, acéptala.
-Déjalo.
-¿Por qué te cuesta tanto aceptarlo?-repone él.
-Porque siempre me han dicho lo inútil que soy, porque me da un miedo horrible el permanecer sola, porque…- entonces Gabriel siente como las lágrimas empapan su camiseta. La besa en la cabeza.
-Sssh… No me llores boba, que la sequía es cosa de todos, no sólo tuya; además no me gusta verte llorar, estás más guapa con una sonrisa.-la aparta, mira sus ojos que empezaban a ponerse rojizos.-Te lo repetiré una y mil veces, para mí tú eres perfecta.
Ella sonríe, una sonrisa alegre que se asoma entre la tristeza. A la vez se sorprende, ¿cómo había sido capaz de soltárselo todo a él?  Se enjuga las lágrimas y caminan hacia el restaurante. Sin soltarse de la mano, cuyas puntas de los dedos estaban frías.

Se sientan a cenar. Piden la especialidad de la casa, pizza, de distinto sabor y distintos ingredientes. A la luz de una velita de la mesa y del local, comen tranquilos sin prisas. Suena el móvil de la chica, la melodía de “Devil’s dance” de Metallica inunda el local. Un mensaje de texto, bloquea el móvil, ya lo leería luego
Gabriel la mira sorprendido.
-¿Te gusta Metallica?
-Sí, Metallica, Nirvana, Guns N’Roses,…-repone ella, siempre oculta sus gustos musicales, porque muchas personas creen que está en un pozo oscuro de depresión o al borde del suicidio cuando habla de ellos.-mi gusto musical va desde el heavy hasta las baladas más ñoñas.
Él se ríe. Ella se apura.
-Mira si he tenido suerte, es difícil encontrar a una chica con esos gustos.
-¿Sí? Pues yo conozco a varias que si les gusta este tipo de música.
-Pues nunca me he encontrado a ninguna de ellas, tenlo por seguro.- se ríe.-Sólo falta que entiendas de motos.
-Poco.
-¿Eh?
-Que entiendo de motos, pero muy poco. Por ejemplo esa Triunf del 89 tan bonita que tienes. Que mona era.-Se mete un trozo de pizza.
-¿La reconociste al verla? Hay mucha gente que no sabe cuál es.
-Me gustan las motos pero sobre todo las clásicas y las de la marca Triunf. Mi padre tuvo una en su día, creo que esto me lo inculcó él.
-Anda con la señorita. Si al final vas a ser tú mi chica ideal.
-Sólo es culturilla general.- se sonroja, no le gusta que la alaben demasiado.
Terminan de cenar, no piden postre. Caminan hasta llegar a un parque, pos casualidad. Al parque donde comenzaron a ser más que extraños conocidos.
Se sientan en la hierba. A lo tonto han pasado dos semanas desde que comenzó todo. Qué rápido es el tiempo cuando eres feliz. Ya ha comenzado Agosto.
-Oye, ¿Qué quieres para el veintiséis?
-¿Qué?
-¿Es tu cumpleaños no?
-¿Cómo lo…? Ah, es verdad el asunto del DNI.- Sonríe melancólica al avocar aquellos recuerdos en su mente. ¿Quién le iba a decir en aquella época qué aquel chico sería su novio?
-Pues eso, pídeme lo que quieras.
-¿Qué eres?¿Papá Noel?- dice ella entre risas.
-Sí, soy Papá Noel veraniego.
-Pues… sí quiero algo. Pero deberás adivinarlo.
-¿Qué?
-Te propongo un juego, adivina lo que quiero.
-¿Me ves cara de adivino o qué?-dice Gabriel sonriendo.
-hombre, te daré pistas. A ver…- dice pensativa.- estrellas, picnic, Este y lejos. Lo quiero el día de mi cumple ¿eh?
-Pero ¿Qué pistas son esas?-dice el riendo.
-Un lugar donde quiero que me lleves, un lugar donde me sienta como un pez en el agua.
-Vale. Pensaré a ver que puede ser y te llevaré.-La besa.
-¡Eh!, ¿No estábamos castigados mutuamente?-él sonríe, y saca su móvil, le enseña la hora.
-El día terminó hace cinco minutos.-La vuelve a besar.
-Imbécil…- Recibe su beso. Un mensaje directo al corazón. Una pequeña flor que germina dónde no había nada, una manera de decir te quiero sin palabras. Un pequeño vuelco del corazón.
Caminan de regreso a casa cuándo la noche se vuelve más fría, Gabriel le coge la mano a la chica, Saray se aferra a su brazo con los suyos. Llegan al portal de Saray, se despiden.
-Hasta pronto.-empieza ella.
-Hasta pronto-repone él.
Cada uno va en distinta dirección. Cuándo sube las escaleras una música hace que pegue un salto, su móvil amplificado por las paredes de mármol había intentado matarla de un pequeño infarto.
-¡Cómo si no lo tuviese ya de por sí acelerado, vas tú y me asustas!- ve dos mensajes. Decide leerlos por orden.
El primero decía así:
“¡Hola Saray! Qué tal todo? Te vienes a la piscina de mi casa mañana? Contéstame.
                                    Aly.”
Sonríe y contesta afirmativamente, aquello le recuerda a su regalo, ¿habrá pillado Gabriel su indirecta? Ojala que sea que sí.
El segundo mensaje era del susodicho.
“Ya te echo de menos. Por cierto, ya sé que quieres para tu cumple, o eso creo. A ver si acierto.”
Saray sonríe, abre la puerta de casa e intenta conciliar el sueño, que de la alegría, la emoción y los nervios ante su regalo, no acude a su llamada. Da vueltas en la cama, hasta que cae dormida de cansancio.

sábado, 21 de abril de 2012

Capítulo 39


-¡Hey! ¡Hacia mucho que no te veía!- Dice Lucas sorprendido por la presencia de Gabriel.
-Ya, es que he estado ocupado. ¿Qué tal todo?-Dice mientras pasa a su casa.
-Tirando, como se puede.- se ríe. Cierra la puerta. El apartamento de Lucas era un poco austero, pero siempre podías encontrar lo necesario, si buscabas en las montañas de cosas tiradas. Una cocina, recogida y pulcra. Un salón, con un sofá y un pequeño sillón, que servía también para hacer de silla en el escritorio en el que estaba el ordenador. Una habitación, con una cama de matrimonio, con un cuarto de baño, en el que había una placa de ducha, un lavabo y un inodoro.
Lucas se encamina a la cocina, Gabriel se tira en el sofá. Donde hubiera un buen sofá que desaparezcan los sillones. Al rato aparece el muchacho con unas cervezas y un bol con doritos. Enciende la televisión y la Play Station. Le pasa un mando  a Gabriel.
-Oye que no te he preguntado, ¿Qué tal?-pregunta el chico mientras se acomoda en el sofá al lado de Gabriel.
-Oh, pues bastante bien, no me puedo quejar.-responde sonriente. Mira a la pantalla, el juego a empezado.- ¿Hoy vais a quedar?
-De eso quería yo hablarte.-dice ensimismado, esperando a un ataque enemigo que delate una posición de otro jugador.-Verás, hay una chica, una amiga mía, que te quiere conocer.
-No me interesa.- responde Gabriel mientras dispara a discreción contra el enemigo.
-Pero, tío, es muy guapilla, además está buena.- ha localizado al enemigo, dispara, muerto.
-Que me da igual, que no me interesa. Como si es una modelo.-Gabriel ha localizado al personaje de Lucas, apunta con cuidado.- Dile que estoy pillado por alguien.
-¡¿Qué?!- El logo de “Game Over” aparece en media pantalla, Gabriel había ganado.- ¿Cómo que estás pillado?
-Pues eso, que tengo novia.- comenta tranquilamente Gabriel mientras se come un par de patatas. –Oye ¿jugamos otra?
-Pero… ¿Desde cuándo?
-Desde hace poco.
-¡¿Cómo no me has contado nada?!
-Porque se me pasó- se ríe.
-Pues me alegro un montón tío, no solo por ti.
-¿Eh?
-Es que ahora hay más chicas para mí, ¡compréndelo! Contigo disponible, era normal que me quedase a dos velas.
Gabriel se ríe.
-Pues para ti todas, menos una. Al menos por ahora.
-Quiero conocerla, quiero saber que chica ha conseguido pescarte.- dice sonriente.
-Algún día, si eso, te la presento. Venga te echo la revancha.
Las partidas se suceden, las horas pasan. Horas de risas, de cabreos efímeros. Tiempo de silencio y concentración.

-Bueno, Lucas… Me voy a ir yendo.
-¡Venga ya! ¡Sí es muy pronto!-mira la hora las 11 de la noche.-Vale, quizás no…
Gabriel se ríe, el chico siempre había sido muy despistado.
-Oye, ¿Hoy sales no?
-No. He quedado con otra persona. Te dejo vía libre con las chicas.- Sonríe.
-Me da a mí que esa chica te ha cambiado algo por dentro.
-¿Por? Estaba igual cuando salía con Diana. –responde el irónico.
-No sé, pero te veo diferente. Bueno, mañana más te vale salir, o te saco de las orejas.-Lucas habla con sarcasmo, mientras le da una palmada en la espalda para decirle-anda tira, que si no llegarás tarde.
-Hasta mañana, entonces.
-¡Hasta mañana!- se cierra la puerta. Gabriel se queda solo, camina sus pasos retumban en aquel pasillo tan estrecho.

miércoles, 4 de abril de 2012

Capítulo 38


-¡Veeeenga, dinos como se llama de una vez!-le dice Resa.
-¡Adivínalo!-dice la interrogada sonriente, sus ojos azules lo buscan en la multitud, Gabriel vivía por aquella zona, estaría bien encontrárselo por casualidad.
-venga ¡dilo!- medio grita Anne.
-Eso, dilo- secunda más tranquila Aly.
-Vale, su nombre es…- pero algo la interrumpe, una moto negra frena en medio del paso de peatones, una Triunf negra del 89, preciosa, era de sus favoritas. Se queda sin habla, maravillada por la moto. Sus amigas se quedan mirándola y preguntándose qué pasaba.
-Eh, perdona esto es un paso de peatones.- le regaña Anne, sin pelos en la lengua.
-Perdona, pero es que la vi y no pude remediarlo.-Dice el chico montado sobre ella, Saray reconoce su voz, no puede ser…
-¿Ah, sí? ¿A quién viste?
-pues… -se quita el casco, Saray se acerca a él.-A mi princesa…
-Tonto…- le besa,  ante las boquiabiertas de sus amigas, ante el resto de los peatones. Se pierden en el beso. Saray se separa, sus ojos azules centellean.-Chicas, os lo presento, este es Gabriel, mi novio.
-Encantado.-dice sonriente. El semáforo se pone en rojo, se apartan a un lado, a la acera. Sus amigas siguen aún patidifusas, Resa abraza a Saray y le susurra al oído.
-¿Ves como ibas a encontrar a alguien?- Saray le devuelve el abrazo. Las muchachas se presentan, se dan dos besos.
Los amantes se despiden con otro beso, o quizás dos, una despedida de esas que son más largas que el propio encuentro. Quedan en llamarse más tarde, y cada uno se va con sus respectivos amigos.

Capítulo 37


No sabe qué hacer, ha llegado antes, se aburre, como una ostra, no le queda casi batería a su móvil, la pequeña blackberry blanca. Si quería que durase, no debía tocarla, solo para llamar y punto. Tenía algo importante que contarles a las chicas, a sus amigas.
Los nervios la carcomen por dentro, sus manos se enfrían, nota el sudor en sus palmas, odia esa sensación, tener frío en verano. Se  seca las palmas en los vaqueros cortos, sus favoritos, de dos tallas mayores, sujetos por un cinturón. Sus ojos azules críticos observan a la gente.
Se aparta un mechón de pelo que se le ha salido de la trenza. Suspira, mira el reloj, solo había pasado un minuto, quedaban dos para que aquello terminase, para que el aburrimiento se evaporase.
-Hola, parece que llego de las primeras.- Saray se gira, y ve a Anne. Casi siempre puntual. Su pelo casi rubio también está recogido, pero con un par de horquillas, parecía exaltada.
-Hola… ¿Te pasa algo?- pregunta mientras se acerca a ella.
-No, nada. Es que pensaba que no llegaba.- Decide ocultar lo ocurrido en el tren.-Bueno ¿qué querías decirnos?
-Venga te lo voy contando porque, hasta que vengan.-suspira.-Aunque no se por dónde empezar. Me da vergüenza.- se ríe. Tiene un brillo diferente en los ojos, brillan con más fuerza, más alegría.
-¡¿Me lo quieres decir de una vez?!- le dice alzando la voz. Frunce el ceño y su curiosidad aumenta.
-Vale, vale… Resulta… que… Esto…. Yo… Tengo novio…- dice Saray casi en un susurro. A Anne se le comienza a abrir la boca, Saray levanta la voz al instante, la conoce demasiado bien, sabía lo que iba a hacer.- ¡No chilles!
-¡¿Qué?!- Anne solo es capaz de articular eso, se lleva las manos a la boca tapándosela, mientras se para en seco.- Ay, tía, me alegro mucho….
-Gracias…- dice Saray riéndose. Le encantaban las reacciones de Anne, sobre todo cuando se enfadaba.
-Anda que… solo falto yo. Si ya me veo con veinte gatos y soltera, la cincuentona de oro…
-Quemando la comida, explotando bizcochos en horno,…- comienza a enumerar Saray, los pocos intentos de juntar a Anne y la cocina, habían sido un desastre.
-¡Cállate! Que, el otro día, hice un San Jacobo….
-¡Uy, qué difícil!- repone irónicamente su amiga, mientras se cruza de brazos.
-¡Algo es algo!- responde enfada Anne.
Saray se ríe, mientras hace un gesto con la mano para restar importancia a la broma.
-Oye,  ¿Y cómo es el chico?- Pregunta Anne.
-Pues… Guapo… Simpático… Dulce… Un poco contestón…
-Vamos el chico ideal ¿eh?- termina Anne por Saray. Ésta hace un ademán de confirmación con la cabeza.- Mira que tienes suerte niña,...
-¿Quién tiene suerte en qué?- llegan Aly y Resa, quiénes han coincidido en el tren de camino, habían oído la última frase de la conversación.
-Venga te dejo decirlo a ti, Anne. Que sé que quieres hacerlo.- dice con media sonrisa.
-Pues, ¡No os lo vais a creer!, adivinad, ¿Quién tiene novio?- dice Anne exaltada, le encantaba hablar de amores, de los demás, de los suyos casi no hablaba. Las recién llegadas quedan en silencio, piensan y responden.
-¿Tú?- Contesta Resa.
-¡¡No me digas que…!!- Dice Aly con los ojos como platos mirando a Saray, ésta se ruboriza, y sonríe, mientras juega con un mechón de su pelo.
-Zíp…-Dice Saray, mientras se pone más y más colorada- Tengo novio, y se llama…
-Eso, eso,… ¿Cómo se llama?- pregunta Resa, mientras una sonrisa se curva en la cara de todas, expectantes que esperan una respuesta.
-Es un se-cre-to…- pronuncia mientras se lleva el índice a los labios. Le gustaba que la gente le preguntase, pero aún más el dar intriga, comienza a dar pasos, mientras las preguntas se suceden.


En otro lugar.
-De verdad, muchas gracias por acompañarme…- dice una Delia sonriente, su pelo juega con la brisa.- no deberías haberte molestado.
-No es ninguna molestia, además, a lo mejor sigue en tu casa y no te va a tocar ni un pelo.-Dice Gabriel mientras abre el portal de Delia,  mantiene la puerta abierta, esperando a que la muchacha pase, ella le sonríe y entra. Ya había olvidado lo amable que era.
-Pues nada, ¡arriba!- comienza a subir dando brincos las escaleras, Gabriel camina justo detrás de ella.
Tercer piso. Una puerta entreabierta.
-Gabriel.
-¿Sí?
-¿No cerraste la puerta?- Gabriel ve la puerta, recordaba haberla cerrado, por lo tanto eso quería decir que el gusano  había salido de la manzana, es decir, ya no había nadie en aquella casa.
-Sí, si la cerré… Déjame entrar primero. Espera aquí afuera.
-No, iré contigo.-Una mirada fría pero valiente se esboza en su semblante, decidida se agarra al brazo de Gabriel.-Vamos.
Miran toda la casa, en los armarios y en la pequeña terraza, no hay rastro de vida alguno, exceptuando la gata de Delia, Reva. La gata negra como la noche estaba dormitando en el sofá, como si no hubiese ocurrido nada. Delia llama al cerrajero, cambiaría la cerradura, por una más fuerte y segura, y de la que solo ella tuviese llave.
-Bueno ya está, en un cuarto de hora estará aquí. ¿Quieres algo de beber?- se dirige a la cocina, Gabriel  está sentado en el sofá, jugando con la gata.
-Sí, lo que tengas está bien.
Delia le pone delante un vaso lleno de agua, y ella se sienta a su lado mientras bebe del suyo.
-Solo tenía esto, hace bastante que no tengo visitas.-sonríe, amarga y melancólica. Mira el agua como si fuese una ventana al pasado, una puerta a los recuerdos.
-¿Y tus amigos no te visitan?- pregunta Gabriel tras dar un par de sorbos. Como siempre la mira directamente, siempre igual, siempre miraba con la franqueza, la sinceridad y la decisión pintada en sus ojos grises. Le encantaba aquello de él.
-Ellos… me distancié de ellos por culpa de mi ex, me decía que eran malas compañías. Pero ¿sabes? Voy a ver si quedo con ellos algún día…
-sí, a lo mejor pasa como conmigo…
-¿Eh?
-Hacía mucho que no nos veíamos, y en una tarde volvimos a ser amigos.-le sonríe, que suerte tenía Saray al estar dentro del corazón de un chico como aquel. Se preguntaba cómo sería un beso de él, quería saborear su contacto desde que se conocieron de nuevo.
-Sí, por desgracia…-Se inclina sobre él y le da un beso, suave y ligero en los labios.
-¡Delia! ¿Qué haces? ¡Qué tengo novia!-la aparta, Delia le mira y se ríe, le encanta verle apurado.
-¡Era broma! Quería saber cómo era un beso tuyo, simple curiosidad, pero ya está. Sé que tienes a Saray, y que con ella estás a gusto, así que no me meteré en vuestra relación.- dice mientras vuelve a beber agua, su mirada se queda baja.
-¿Curiosidad?
-Sí, por saber el sabor de un beso de la persona que quieres…- ve el rostro azorado de Gabriel.- Pero tranquilo, cuando en un principio me contaste su historia, me puse triste, por tenerte que compartir, pero ahora me doy cuenta de que me gustas, me gustas muchísimo pero solo como amigo. Y para comprobarlo no hay nada mejor que un beso.
-Para la próxima me avisas, o al menos me lo pides. Pero no lo vuelvas a hacer.-Dice mientras se echa el pelo que le cae en los ojos hacia atrás. Delia se ríe, recoge los vasos y cuando está en la frontera de la cocina y el salón dice- Tranquilo, el trabajo de robarte tus besos se lo dejo a Saray.
Gabriel se ruboriza un poco, ¿Qué estaría haciendo ahora ella, su pequeña? Dijo que había quedado con sus amigas, ¿Les habría contado su encuentro, lo suyo?
Din-don. El sonido de la puerta le saca de sus pensamientos, abre la puerta y allí está el señor cerrajero. Sonríe, y le deja pasar.
Observa como hace su trabajo, le da conversación para que se le haga más ameno.
Una vez ha terminado, Gabriel lleva a Delia a la biblioteca, se despiden, y sale con su moto hacia su casa. De repente, siente algo un escalofrío, un presentimiento, algo le hace mirar a la acera y la ve. Quien le iba a decir que se encontraría con ella tan pronto. Sonríe, y se acerca a la acera.