-¡Ay! ¿Qué me
pongo?- Suspira Saray mientras saca prendas de su armario. Gabriel estaba al
llegar y ella no sabía ni que peinado iba a llevar. Mira la hora. Faltaban
cinco minutos y ya estaría aquí.
Mete la mano en
la parte de los vestidos, y lo ve, ya no se acordaba de él. Lo coge y se lo prueba,
como un guante. Sonríe.
Se echa muy poco
maquillaje. Tonos claros. Converse negras. Lista.
Se mira al
espejo.
Su melena, ligera
tras la ducha, está libre, su cuerpo esta embutido en un vestido de tela color
vaquero. Se mira de nuevo al espejo.
No le convence.
Quizás iba mal. ¿Y si no le gustaba? Malditas dudas, lo que daría por no
tenerlas. Pero a la vez le alegraban, porque antes no las sentía, no sentía
aquellos nervios a la hora de quedar con él.
Se sorprende
enrojeciéndose a su yo del espejo. ¿Desde cuándo era así?
No le da tiempo
de pensar. Suena el timbre.
-¿Sí?-Dice al
apoyarse el interfono en la oreja, que era antiguo, semejante a un teléfono con
cable.
-Buenas noches.-Dice
una voz masculina.
-Ehm… ¿Buenas?-
Que pena al final no era Gabriel. Suspira.
-Verá es que
tenemos aquí a un chaval, un ángel que ha venido a buscarla, y dice que si no
baja rápido que se prepare.- Se oye una risa.
-¡Gabriel! ¡Mira
que eres tonto! ¡Ya bajo!- dice mientras ríe, lo recoge un poco todo mueve la
mini montaña de ropa de la cama a la silla, coge las llaves y lo necesario y
baja.
Va dando pequeños
trotes al bajar. Quizás odiase esos nervios, quizás no le gustasen aquellas
cosquillas en el estomago pero, ante la sensación de poder volver a verle todo
lo demás se difuminaba.
-¡Gabriel!- se
lanza a sus brazos. El chico la coge y flojea un poco, no se lo esperaba. Ella
cierra los ojos y aspira su aroma, que seguía siendo un misterio para ella.- ¡Te
he echado de menos!
-Pero si me
vistes ayer tontona- La separa de sí y le da un beso en la frente.
-¿A eso le llamas
tú un beso?-repone ella sarcástica, le pasa la mano a través de aquellos
mechones de pelo castaño y lo acerca. Le da un beso suave. Se separan y ella
sonríe.
-¡Uh, qué lanzaba
va la señorita!- Dice él con una mueca lasciva.-Si quieres podemos ir más
rápido
-¡Malo! ¡Por tonto
te quedas sin besos por hoy!- Dice sacando la lengua.
Gabriel se ríe y
la coge de la mano.
-Te vas a
arrepentir. No aguantarás.
-¿Qué no? ¡Ya
verás!- dice desafiante Saray a la vez que hace un mohín.- Bueno, cambiando de
tema, ¿Cuál es el plan?
-Salir a cenar.
-¿Y ya está?
-El resto irá
sobre la marcha.- Le mira a los ojos, le brillan diferente, un escalofrío le
sube por la espalda hasta la nuca. Quizás no estaba a gusto con ella, se enrojece.
-Gabriel, ¿Tú
eres feliz?
-¿Eh?- se apura,
no se esperaba aquella pregunta.
-¿Eres feliz?- lo
observa pendiente de su mirada, enrojecida. Olvida el castigo impuesto y la
besa. Él no sabía cómo describir el sabor de sus labios. Se volvían adictivos,
como… como una droga, como un medicamento del que dependes para sobrevivir.
Ella se pierde en
el beso, un beso con sabor a nubes, con sabor al polvo de las estrellas. Que la
hacía ver cómo sería rozar las estrellas con la puntas de los dedos.
Se separan. Se
miran.
-¿Tú lo eres?
¿Eres feliz?- pregunta, ella asiente, no puede decir nada, sigue despertando de
aquel beso.- Entonces yo lo soy.
-Mira que eres
ñoño.-dice ella con los ojos húmedos y le da un puñetazo en el torso.
-Oye, encima que
te digo algo bonito. Te voy a denunciar por maltrato!- luego se pone a contar
con los dedos- con esta ya van tres.
-Pues no me
pongas en apuros.-dice ella sonrojada. Un portero de una discoteca sonríe
cuando los ve pasar, discutiendo pero felices.
-Eres tú la que
se pone en apuros sola. Por el golpe no te doy más besos hoy.
-¡Pero si antes
has roto tú tu castigo!-expone ella mientras pone los brazos en jarras.
-Dijiste que no
me los darías tú, no que yo no te pudiese robar los que quiera. Ahora ya no
habrá más besos, por parte alguna.-sonríe socarrón, mientras la agarra de la
mano.
Ella se
enfurruña, pero no rechaza su mano. La agarra suavemente. Él sostiene su mano,
con cuidado.
-¿Y a dónde vamos
a cenar?- pregunta Saray. Se tira del vestido por la parte trasera, para bajarlo
si acaso se hubiera subido.
-No sé, ¿qué me
recomiendas?
-Pizza. Hay un
sitio en las que las hacen a mano, está cerca de la calle Madrid, por uno de
los desvíos. Además el sitio es bonito. –comenta.
-Pues guíame.
–Dice él con una sonrisa.
-Pero ¡Si te lo
enseñe en la visita turística!-dice ella molesta porque él no la había
escuchado.
-Es
posible.-responde sonriente.
-Pues si te lo
dije, ya veo como me escuchas.-Suelta la mano del chico, mientras cierra los
ojos y se adelanta unos pasos. Enfada. Lo que más odiaba era hablar y gastar
saliva y tiempo a lo tonto.
Casi
instantáneamente unos brazos la envuelven, siente su aliento en la nuca.
-Si no te oí fue
porque estaba mirándote, y no me podía fijar en nada más que tú sonrisa
mientras recorríamos estas calles.-susurra Gabriel de manera que sólo la oiga
ella. Se sonroja. Quizás si le había cambiado algo por dentro aquella chica.
-¿De verdad?-
Cierra los ojos. Apoya sus manos en los brazos que la envuelven.
-De verdad.-dice
él mientras la besa el cuello, cierra los ojos aspira su perfume, olía a
fresas, un tenue olor a chuche.
Saray roja como
un tomate, se separa de aquel chico. Le mira y poniéndose de puntillas le besa
en la frente.
-¿A eso llamas tú
un beso?-repone él sarcástico.
-¡No me copies
las frases!- dice ella riendo, se agarra a su brazo.
-Si fuera por mí
lo copiaría todo de ti.
-¿Por qué? ¡Ni
que fuera perfecta!- recuerda aquel pensamiento, volviendo a ver a aquella
muchacha rubia de pelo corto, ella si era perfecta; en cambio ella era del
montón.
-Si, tienes
razón, quizás no lo seas.-Su tono suena serio, Saray siente una punzada.-Pero
para mí si lo eres, quizás aquellos que no te conocen no vean lo perfecta que
eres.-le sonríe con la mirada.
Saray le abraza,
apoya su cabeza en su hombro.
-No mientas para
alegrarme.
-No miento nunca.
Es la verdad, acéptala.
-Déjalo.
-¿Por qué te
cuesta tanto aceptarlo?-repone él.
-Porque siempre
me han dicho lo inútil que soy, porque me da un miedo horrible el permanecer
sola, porque…- entonces Gabriel siente como las lágrimas empapan su camiseta.
La besa en la cabeza.
-Sssh… No me
llores boba, que la sequía es cosa de todos, no sólo tuya; además no me gusta
verte llorar, estás más guapa con una sonrisa.-la aparta, mira sus ojos que
empezaban a ponerse rojizos.-Te lo repetiré una y mil veces, para mí tú eres
perfecta.
Ella sonríe, una
sonrisa alegre que se asoma entre la tristeza. A la vez se sorprende, ¿cómo
había sido capaz de soltárselo todo a él? Se enjuga las lágrimas y caminan hacia el
restaurante. Sin soltarse de la mano, cuyas puntas de los dedos estaban frías.
Se sientan a
cenar. Piden la especialidad de la casa, pizza, de distinto sabor y distintos
ingredientes. A la luz de una velita de la mesa y del local, comen tranquilos
sin prisas. Suena el móvil de la chica, la melodía de “Devil’s dance” de
Metallica inunda el local. Un mensaje de texto, bloquea el móvil, ya lo leería
luego
Gabriel la mira
sorprendido.
-¿Te gusta
Metallica?
-Sí, Metallica,
Nirvana, Guns N’Roses,…-repone ella, siempre oculta sus gustos musicales,
porque muchas personas creen que está en un pozo oscuro de depresión o al borde
del suicidio cuando habla de ellos.-mi gusto musical va desde el heavy hasta
las baladas más ñoñas.
Él se ríe. Ella
se apura.
-Mira si he
tenido suerte, es difícil encontrar a una chica con esos gustos.
-¿Sí? Pues yo
conozco a varias que si les gusta este tipo de música.
-Pues nunca me he
encontrado a ninguna de ellas, tenlo por seguro.- se ríe.-Sólo falta que
entiendas de motos.
-Poco.
-¿Eh?
-Que entiendo de
motos, pero muy poco. Por ejemplo esa Triunf del 89 tan bonita que tienes. Que
mona era.-Se mete un trozo de pizza.
-¿La reconociste
al verla? Hay mucha gente que no sabe cuál es.
-Me gustan las
motos pero sobre todo las clásicas y las de la marca Triunf. Mi padre tuvo una
en su día, creo que esto me lo inculcó él.
-Anda con la
señorita. Si al final vas a ser tú mi chica ideal.
-Sólo es
culturilla general.- se sonroja, no le gusta que la alaben demasiado.
Terminan de
cenar, no piden postre. Caminan hasta llegar a un parque, pos casualidad. Al
parque donde comenzaron a ser más que extraños conocidos.
Se sientan en la
hierba. A lo tonto han pasado dos semanas desde que comenzó todo. Qué rápido es
el tiempo cuando eres feliz. Ya ha comenzado Agosto.
-Oye, ¿Qué
quieres para el veintiséis?
-¿Qué?
-¿Es tu
cumpleaños no?
-¿Cómo lo…? Ah,
es verdad el asunto del DNI.- Sonríe melancólica al avocar aquellos recuerdos
en su mente. ¿Quién le iba a decir en aquella época qué aquel chico sería su
novio?
-Pues eso, pídeme
lo que quieras.
-¿Qué eres?¿Papá
Noel?- dice ella entre risas.
-Sí, soy Papá
Noel veraniego.
-Pues… sí quiero
algo. Pero deberás adivinarlo.
-¿Qué?
-Te propongo un
juego, adivina lo que quiero.
-¿Me ves cara de
adivino o qué?-dice Gabriel sonriendo.
-hombre, te daré
pistas. A ver…- dice pensativa.- estrellas, picnic, Este y lejos. Lo quiero el
día de mi cumple ¿eh?
-Pero ¿Qué pistas
son esas?-dice el riendo.
-Un lugar donde
quiero que me lleves, un lugar donde me sienta como un pez en el agua.
-Vale. Pensaré a
ver que puede ser y te llevaré.-La besa.
-¡Eh!, ¿No
estábamos castigados mutuamente?-él sonríe, y saca su móvil, le enseña la hora.
-El día terminó
hace cinco minutos.-La vuelve a besar.
-Imbécil…- Recibe
su beso. Un mensaje directo al corazón. Una pequeña flor que germina dónde no
había nada, una manera de decir te quiero sin palabras. Un pequeño vuelco del
corazón.
Caminan de
regreso a casa cuándo la noche se vuelve más fría, Gabriel le coge la mano a la
chica, Saray se aferra a su brazo con los suyos. Llegan al portal de Saray, se despiden.
-Hasta pronto.-empieza
ella.
-Hasta pronto-repone
él.
Cada uno va en distinta
dirección. Cuándo sube las escaleras una música hace que pegue un salto, su móvil
amplificado por las paredes de mármol había intentado matarla de un pequeño infarto.
-¡Cómo si no lo tuviese
ya de por sí acelerado, vas tú y me asustas!- ve dos mensajes. Decide leerlos por
orden.
El primero decía así:
“¡Hola Saray! Qué
tal todo? Te vienes a la piscina de mi casa mañana? Contéstame.
Aly.”
Sonríe y contesta
afirmativamente, aquello le recuerda a su regalo, ¿habrá pillado Gabriel su indirecta?
Ojala que sea que sí.
El segundo mensaje
era del susodicho.
“Ya te echo de menos.
Por cierto, ya sé que quieres para tu cumple, o eso creo. A ver si acierto.”
Saray sonríe, abre
la puerta de casa e intenta conciliar el sueño, que de la alegría, la emoción y
los nervios ante su regalo, no acude a su llamada. Da vueltas en la cama, hasta
que cae dormida de cansancio.