lunes, 20 de febrero de 2012

Capítulo 32

Cuando llega al salón, se las encuentra comiendo desde bollos a galletas. Un repertorio digno de una cafetería.
-Dios, como os comáis todo eso os vais a poner enormes.- esboza una sonrisa burlona.- Delia, ¿dónde has dejado el Cola-Cao?
-¿Tienes Cola-Cao? – pregunta Saray. Gabriel asoma la cabeza por el marco de la puerta y asiente.-Ah, ¡yo también quiero!
-Está en el estante derecho.- Comenta Delia mientras bebe un sorbo de café cortado.- Mira, que sois críos, tomar chocolate.
-Es por la dulzura…
-¿Eh?- Delia para de beber se limpia la comisura de los labios con una servilleta, observa a Saray, esperando una respuesta.
-Al menos para mí, la vida ya deja a veces un sabor amargo, así que para contrarrestarlo nada mejor que algo dulce y agradable antes de empezar un día.-le dedica una sonrisa a Delia. Luego se rasca la cabeza- ¡Lo siento! Ya se me ha vuelto a oír la pinza.- se ríe, la muchacha sigue mirándola, esa chica ve las cosas de otra manera.
Saray se levanta y se dirige a la ventana, se asoma; hace sol, un sol espléndido, ella entrecierra los ojos. Observa el paisaje madrileño matutino. El día está despejado, el sol ataca feroz con sus rayos a los transeúntes. Demasiado calor. Una voz la saca de su ensueño.
-¿Quieres venir? Al final va a ser la hora de comer…- dice Gabriel, ya sentado y llevándose una galleta a la boca.
-¿Qué? Ah, se me olvidaba,… he quedado por la tarde…- comenta mientras se sienta a la mesa, mira la comida de su rededor se decide por un croissant, le da un mordisco, va relleno de cacao.
Terminan de desayunar, Gabriel decide acompañar a Delia a su casa, habían llamado a un cerrajero para que le cambiase la cerradura, para así evitar que las “ratas” se cuelen por las rendijas. Luego la acompañaría a la biblioteca donde trabajaba. Mientras Saray volvería a Getafe, a su casa, a asearse y cambiarse la ropa.
Como Sol les pilla de paso, deciden acompañarla.
-Bueno,… pues entonces,…- comienza Gabriel. Mientras la coge de la mano.- ya nos veremos.
-Mañana te llamo- Se queda pensando.- Gabriel.
-¿Por qué has tardado tanto en decir mi nombre? ¿Se te había olvidado?- se ríe.
-No, bobo… Como tú me habías puesto un mote cariñoso, yo quería ponerte otro… pero es que no hay otro más adecuado que tu propio nombre.
-¿Qué quieres decir?- dice mientras se acerca a ella. Le pica la curiosidad, le habían llamado de muchas maneras, le habían puesto mil motes, pero nunca le habían dicho que su nombre era el mejor.
Ella suspira, un poco avergonzada, se sonroja levemente.
-Pues me refiero, no sé si recuerdas que te dije que para mí eres como un ángel, y dado a que tu nombre es el de un ángel… pues, eso… creo que la mejor manera de llamarte es por tu nombre. -Gabriel se queda sorprendido, le encanta aquella chica, que veía cosas donde nadie veía nada. Sonríe. Saray se sonroja más aún.
-¡Venga, parejita!… ¡Daos prisa, que una que yo me sé trabaja hoy!- dice Delia que estaba a unos pasos de ellos.
El muchacho le recoge el rostro con sus manos, y la besa en los labios, de manera tranquila, como si Delia no existiese, como si no hubiera prisa.
-Me gusta…- dice Gabriel en un susurro al separarse de ella. Saray sonríe. Le gusta su sonrisa, es dulce y melancólica.
-Me alegro… bueno ahora vete que llegáis tarde- dice mientras se aleja por la boca del tren con destino a Getafe.
Delia se acerca a Gabriel y lo engancha del brazo, tirando de él para llevárselo a dónde, supuestamente, les espera el cerrajero.